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"El sacrificio de un ciervo sagrado"

Lanthimos posee una manera de contar historias duras a menudo criticada. Como se pudo observar con Canino (2009) o Langosta (2015), el director crea sus propias realidades a través de un pesimismo y una crueldad desmesurada, y su última película no es menos.



El sacrificio de un ciervo sagrado representa un relato basado en el horror y sacrificio junto a una autorizada deshumanización. Si Haneke consigue que el espectador se identifique con su mundo aterrador, Lanthimos se aleja de la vida provocando que no se sienta nada por los protagonistas, únicamente perturbación y espanto desde una postura voyeur.


El largometraje podría resultarnos insoportable si nos hubiésemos identificado afectivamente con los personajes, pero Lanthimos consigue casi lo contrario: el espectador participa de un espectáculo sádico y disfruta del horror como un simple pasaje de miedo con el que sonreír a veces de manera culpable. Como muchas veces ha confesado: "me gusta implicar al espectador e incomodarlo, que tenga que interrogarse sobre el significado de lo que está viendo en la pantalla" y en ocasiones esto lo consigue a través de la contradicción entre lo que se ve y lo que se siente.


Con esta película el director aúna junto con la estética y el guión (presenta planos que recuerdan a Kubrick), juego, provocación, horror, desconfianza y ciencia ficción, un espectáculo para el espectador.


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